sábado, 29 de diciembre de 2012

Serán ceniza

Todavía quedan resquicios habitables en este silencio,
este páramo indeciso donde ya no se pierden las miradas.
Pero el fuego ya los devora, los caminos se disuelven de tristeza,
apenas si quedan rostros en que perderse.
Por supuesto que los lazos se marcharon hace tiempo,
se forjaron en cómodas selvas de asfaltos comunes
y no soportaron los primeros aires.
Por supuesto que hay polvo, y hay niebla
y el ocaso no es ni una palabra.
Por supuesto que duele y no se puede imaginar cuánto,
por supuesto que está deshabitado, pero tanto tanto.
Y aunque se cambie el nombre del cielo en nombre se queda,
nunca se supo del todo qué hubo antes,
apenas se sabe qué es un ahora.
Por eso se dan por perdidas esas antorchas que se alejan
entre toda la aridez inabarcable,
inaudibles como advertir
a la nada que va a la nada.
Nunca siempre es demasiado tarde,
incluso donde fue y ya apenas queda un solo milímetro oscuro
al que abrazarse.




viernes, 28 de diciembre de 2012

Pero algunos más que otros

Saberte aquí y sin embargo
estar sin ojos, sin labios, sin cara.
Saberte aquí y carecer de dedos, de voz, de manos.
Saberte aquí y entregarse al silencio,
reinventar la distancia, deshacer el tiempo
de imaginarte aquí y saberte lejos.
Saberte aquí, cómo no saberlo,
y recrear otro aquí como si éste no fuera,
un aquí donde no estuvieses
y la magia de que estés aquí, y que se sepa,
sea solo otra vez el deseo de que estuvieras.


sábado, 22 de diciembre de 2012

Asamblea

Ahora ya que casi solo queda una última vez,
que el mañana se ennegrece a pasos brutales,
como si fuese un libro ya escrito, cerrado y firme,
que esta vez parecería que no se puede caminar más allá aunque sin embargo...

Hoy toca celebrarse de nuevo porque todo,
porque sí, porque tal vez miramos hacia abajo, sí,
tal vez la respiración falló un instante, un segundo, tal vez el pulso pidió que ya no más.

Un segundo, un instante, pero no un minuto.
Abajo, pero no atrás.
Y enseguida, otro latido.

Y adelante.
Así de simple,
aquí un abrazo, allí una despedida sincera,
pequeños héroes de lo cotidiano que se piensan pequeñas personas:
todas las inmensidades, todas.

Si en fin solo somos nuestros pasos y otras voces,
no nos corresponde a nosotros el silencio sino el horizonte,
que se oscurece y lo que se oscurecerá,
que se aleja y lo que se alejará.

Pero somos luz que se refleja,
somos pies que siempre acercan,
somos esos otros que no sabíamos que éramos.
Solo somos personas. Solo ínfimos humanos, como todos, indeleblemente mínimos.
una mísera mota de polvo en un huracán que ni entendemos ni provocamos...

Pero que sabe exactamente qué ojo va a hacer llorar,
que sabe que la humanidad no se consigue siendo ser humano,
que podemos ser lo que seamos
que llegaremos,
antes o despúes pese a las mil piedras de los mil caminos.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Y todo lo demás

Entonces se arranca con el silencio
el deforme estigma de la aurora
al que se vio abocado el labio indiferente
o el inmenso pálpito de tanta ausencia.

Lloraba, pero, tras cortinas y otros susurros
la flor implícita a algun nombre, esa puerta o llaga
que raída anuncia búsquedas y bailes.

Y como del allí apenas se regresa, habrá que arriar los carruajes y las sienes,
o entonar un himno profano entre las cimas ya no escritas
que traigan ese hueco indiferente
al que se aspira tras la lluvia.

Podría, tal vez entonces, adularse sin cesar a las estrellas,
ser el momento que queda entre los dientes,
la vil coma de ya mismo,
lo que queda siempre y nunca basta.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Va a ser que no

Mientras, en un paraíso casi olvidado,
los últimos retazos de luna se sacuden los infames azules.

Hoy podría revertirse la venganza ausente del amanecer esquivo,
o la cruel mañana que atrapaba tiempos malgastados.

Tal vez por ello haya que mirar tan cerca, tan demasiado cerca,
que las ramas no sacudan el alba entre los ojos.

Y así continúan calles y ritmos, imberbes ignorantes
de los cánticos que definían el ocaso:
Ruedas, líneas inútiles y a lo lejos lo diario como única respuesta.
Llueve hoy, es cierto, como llovía entonces.

Arranquemos pues a este crepúsculo asfixiante los primeros rayos
y tendamos a la nada desde la nada por si acaso.

Una vez de regreso contábamos una vez que sin mares ni restos incipientes
se hallarían por fin aquellas otras veredas repletas de ratones.

Pero es falso, al fin y al cabo lo que queda
es el remanente de un ansia de tormenta, una mota de polvo entre las pestañas,
la infinitesimal desviación de un centenar de equívocos.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

A un momento del día de antes.

Qué nuevos
los viejos caminos,
no son ya asfalto,
son sonrisas.

Qué rojas
las azules señales,
que no indican ya destino,
si no el recuerdo
de un millón de abrazos.

Por eso,
cuando caigamos,
si es que caemos,
volvamos la cabeza
una vez caminamos
entre gigantes.

Por eso, cuando caigamos,
porque caeremos,
cerremos el puño un instante,
una vez fuimos el infinito.

Y ahora que lo cotidiano
se abalanza sin su magia,
que el amanecer son silencios,
que un paso adelante
es rutina y no sueño
unamos rostros de nuevo,
abramos las manos,
una vez
dimos un solo paso,
que fue el primero,
que llegamos
donde quisimos ir,
que por una vez,
una maldita vez,
era posible
y lo fue.

Aunque caigamos,
porque somos gente
y caemos.

Aunque olvidemos,
porque somos personas
y olvidamos.

Nunca caeremos,
nunca olvidaremos.


Aunque la vida sigue
y no sigamos,
una vez
fuimos gigantes.

Lo fuimos, lo seremos.