jueves, 21 de marzo de 2019

Estrellas que alcanzar

Al final, esto es lo que queda:
este silencio,
esta ausencia,
este quedarse sin saber qué hacer,
esta impotencia.

Para que ahora ya esté.
Para que al final estas lágrimas.
Infinitas,
imparables,
tantas lágrimas.

Nuestras lágrimas.
Tan nuestras,
tan íntimas,
tan nuestra tristeza.

¿Qué hacer ahora, que hacemos?

Seguir adelante,
recordando,
reconstruyendo,
reviviendo,
viviendo.

Cada día, cada instante,
porque vive quien nos vive dentro,
y ahí, dentro,
donde estará,
donde estarás,
nos acompañará,
nos acompañarás,
en esta vida buena que quisiste enseñarnos,
que nos enseñó,
que nos enseñaste.

Porque para vivir,
para vivirte,
nunca será tarde.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Sextantes

Este es el páramo, aquí llueves.
Yo era desierto y me recorría,
Y el horizonte siempre era otro sitio.
Yo era arena, polvo, silencio
Y el sol una tormenta constante.

Yo era un seguir siendo por si un mañana,
Un adiós sin despedida,
Una mano al aire
Sin guantes ni espumas
Que buscaba por si acasos donde asirse.

Todo eso,
Ya sabes.

Pero eso era ayer, ese ayer lejano
Que ahora miro a través de los años,
Pero no son años, son instantes,
Son tus dedos que bailan frente a mis ojos,
Eres la  nube que riega mis semillas,
La vida que no se me había rasgado me llama
Floreces, me haces florecer
Ahora soy barro
Ahora mancho
Ahora soy palabras
Ahora tú existes
Tú me riegas
Tú me llueves
Y yo me busco y te reconozco
Y me derrumbo a cada paso
Me despueblo para poblarte y no sé
Sé que no sé y sin embargo tú me miras.
Tú me miras y yo me veo
Y a veces viene aquella arena
Y a veces solo tengo lo que tengo
Y soy lo que era y no quería.

Pero ahora quiero, ahora
Quiero y te quiero,
Te quiero y casi
No sé decir otra cosa
Ya no hay eco ni furia
Ni más paz que la de tus brazos,
Ni más distancia que tu nombre
Ni más arena que mis palabras ausentes
Que esas viejas cacofonías.

Este es el páramo, aquí te quiero
Una vez fui bosque y ardí a cántaros,
Una vez fui lágrima.

Y nunca supe ser respuesta,
Lo siento, lo siento mucho.

Y solo sé contestar que te quiero
Y no sé si es suficiente
Y solo sé sentir y sentirte
Y caminar
Y tropezar
Lo sé y lo sabes
Y caer
Y levantarme
Y pensar que estás ahí
Y susurrar tu nombre para no oírme
Y arrancarme el silencio a borbotones.

Ahora tú existes, yo te veo
Ahora eres todos los instantes
Todas las promesas
Soy tan diminuto.

Tú eres la sombra donde descanso
El sol que arde pero no derrota
El trocito nuestro de cada día

Y hoy querría decirte todo
Hoy quería decirte todo
Y todo es que te quiero
Que te quiero todo
Y todo eres tú.

Que solía rasgarme en los andenes
Que llovía sal en mi cielo
Que ahora las raíces crecen
Que un día conduje sin saber ni porqué ni cómo
Que hubo un día que fue el primero
Que llovía y me lloviste
Que me regaste y era bonito
Y es bonito
Y que hoy quería decirte todo
Y no sé qué decirte
No he sabido y sin embargo
Tengo mis manos
Tengo tus dedos
Todavía dibujando en mi memoria
Tengo tu voz cantándome
Tengo mi voz fallándome.

La siento, la siento mucho
Has sido y eres
Y nada quiero más que seas
Y no sé
No sé, y lo sabemos
Pero aprendo
Aprendo cada paso
Aprendo porque eres el cielo que mereces
La tierra fértil que cuida y amamanta
El mar suave que se añora.
Aquí te quiero, en este desierto
Estas son mis manos, ellas hablan
Yo estoy perdido tantas veces
Que ellas dicen, no mis labios
No ese abismo en que dormía.
No esa ira en que me ahogaba.

Hoy quieren decir que te quiero
Que cada momento desde que comenzó a llover
Desde cada día
Desde cada caída
Desde cada muro y cada puerta
Desde cada lágrima y cada brisa
Te quiero.

Te quiero y no sé quererte
Te quiero sin saber ni cómo
Te quiero sin comprender ni cuánto
Te quiero sin alcanzar hasta dónde.

Te quiero en la tormenta que a veces somos
En la paz de las noches imaginadas,
En las carreteras y en los árboles,
En los misterios matutinos,
En la esperanza de los síes que casi llegan,
En el dolor de los noes que nos devoran

Te quiero sin saber quererte
Sin poder quererte todo lo que te quiero,
Sin tener otra cosa que quererte.

Soy el desierto, las ruinas sin despedida,
Las olas que mis pies evitaban,
Los pasos rotos en las aceras,
Las preguntas desgajadas de los sábados,
Los muros sin llaves de los días antiguos.

Lo sé.
Y no soy otra cosa,
Y tal vez nunca lo sea,
Y tal vez me haya roto ya en mil inviernos
Y cada gota sea esa ausencia precisa
Que llega tarde a los maitines
Y se duerme un pétalo más tarde.

Lo sé, pero te quiero.
Y hoy quería decírtelo sin saber muy bien cómo
Hacerte brillar como tú ya sabes,
Bailar contigo hasta sonrojarnos,
Vivirte y beberte
Y repetirme, repetirme
Decirte que te quiero
Musitarte que te quiero
Gritarte que te quiero,
Y al final, exhaustas las nubes y los cántaros
Quererte.

lunes, 21 de agosto de 2017

Análisis parálisis

Quise.
Y ahora, ahora
ahora que puedo,
ahora que basta un...
ahora que...
ahora...

Lo mágico es lo ajeno,
como una condena
rostros que viran  hacia el norte,
sangre o palabra,
todo cristal y puentes.

Silencio de puertas destrozadas
donde pierdo la vista.

Quise.
Podría.
Puedo.
Ahora.
Ahora...

Es ese momento,
en esa milésima de instante
aquel otro yo que duerme
otro sueño cualquiera
susurra que existe
que espera
un ahora
este ahora de bruces
en que los océanos ya no son de tiempo
en que las vidas implosionan una a una
en que los deseos son ideas,
las ideas son palabras
y los labios se aceleran.

Ahora.

Pero descalzo en la tumba de cristales
a vueltas con los relojes y las lluvias,
el mar, la mar, todo aquello
que son caminos agarrotados,
juguetes deshauciados por la esperanza
en un futuro que ya es cadáver,
miro.

Ahora, en el momento, 
en el momento
para el que he acumulado las palabras,
cada una de las palabras
desde hace un millón, o dos,
de veranos y de recuerdos de veranos,
para el que he llovido y he llorado,
el momento sin metáforas,
el precio pagado mil veces,
las mil derrotas del día al día,
las reales, las otras,
ahora que se alzan los demonios
los de dentro, los de fuera,
los fantasmas, los dragones, los espejos.

Los espejos.
Los espejos de siempre.
Los espejos hechos de mar y de cemento,
de la tierra en la que he hincado las manos, 
las rodillas, 
los sueños.

Ahora.
Los espejos.
Los juegos.

Pero esto la vida, 
y la vida era esto.

Y ahora
ya no es siempre todavía
sobre un montón
de poemas rotos,
de helados sin chocolate,
de ilusiones por la espalda
girando la cabeza.

Todavía no hablé de manos.
De manos muertas.
Estas manos. 
Las mismas de siempre
que prometieron no olvidar
y olvidaron
y convirtieron
en fuego los abrazos
y en rabia las esquinas,
que deberían
no mirar,
deberían mirarme,
empujarme,
decirme
que es ahora
que ahora todo empieza,
que ahora todo acaba,
que es ahora.

Simplemente ahora.






sábado, 19 de agosto de 2017

Después

Salir. Pasear. Leer. Un café. Ahí está el cielo. Ahí está el mar. Y la lluvia que no llega. Vivir. Pensar. Seguir. Olvidarte otra vez. Ser consciente de que no nos volveremos a ver, que no volveremos a hablar. Que nos devorarán los años, que nos borraremos de la memoria. Escuchar. Continuar. Perder la mirada. Volver. Continuar jugando. Continuar perdiendo. Continuar. Inventar palabras. Sentir. Nos romperemos de nuevo al otro lado de la calle. Estas aceras ya no son las mismas aceras. Estos no son los mismos horizontes. Y lo sabíamos, lo sabíamos desde entonces. Olvidé decirte que se me murieron los abrazos una tarde de otoño, que perdí los besos una noche de verano, que este pozo es una barricada, y que la lluvia se llevó el resto. Pero el tiempo no se llevó nada. Olvidarte otra vez. Eso sé hacerlo. Reconstruirte. Reconstruirme. Navegar al límite de las posibilidades. Ir un paso más allá. Borrar futuros. Volver a caer. Levantarme de nuevo. Pasar las cosas que pasan. Doblar la realidad. No volveremos a vernos, eso es real. Ya no llueve. Apilar recuerdos. Hacer hogueras. No volvermos a hablar aunque nos duela. Aunque nos duela a ambos. Ya no tenemos nada que decirnos. Nunca tuvimos nada que decirnos. Y lo sabíamos, siempre lo supimos. Radiografiar instantes. Ver viejas fotos. No sé cuántas veces tendré que olvidarte. Perseguir fantasmas, derrotar monstruos. Seguir jugando. Ganar a veces, lo importante es el juego y estos ratos. Pero eso ya lo sabes. Y aceptamos las reglas y nos perdimos, y ganamos otras vidas posibles. Pintar de rojo el cielo, y de amarillo, y de violeta, ya sabes. Eso lo sabes. Y tal vez recuerdes mis recuerdos, y quizá perdiste también los abrazos, y quizá se te rompieron los besos, y sólo seguimos haciendo lo único que sabemos hacer, vivir, y no del todo. Voy a hacer una pira inmensa con las manos. Olvidarte las veces que haga falta. No volveremos a vernos, es sencillo, es lo normal, es la vida. No volveremos a hablarnos y no tenemos nada que añorar. Voy a contar las estrellas en tus ojos. Vaciar la memoria de tus manos. Tus ojos. Tus manos. Voy a arrancarme los sueños a pedazos, y lanzar las nostalgias por los aires. No voy a llorarte, no vamos a llorarnos. Se nos amontona vida en los rincones. Nunca sabremos nada, todo llega y todo sigue. Voy a olvidarte las veces que haga falta. Toda la vida, si es necesario.

lunes, 7 de agosto de 2017

TSNR

Huir de la sombra ajena como si fuese el mañana,
justo a tres metros del minuto siguiente,
con frases a medio construir salpicando las aceras.

Persiste aquí un lamento sigiloso
que se escurre de voz en voz o de ansia en ansia
como si fuese un río de flores a punto de explotar:
a un lado, el presente, el vacío, la nada
que casi se resinga a ser concreta,
al otro, el pasado, el monolito que cambia sus tallas en los rincones, y sugiere días azules de un otoño permanente.

Y delante, como no, el futuro, un cristal roto, inmenso,
donde cada pedazo son mil hilos,
cada hilo mil reflejos,
cada reflejo mil quizás,
cada quizás este momento.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Tarde

Mal dormir, peor soñar.
Este silencio ya no es suspiro
y queda todo el cielo por barrer.

Amontonar vidas en las nubes,
tan sencillo es no querer.
basta parpadear por dentro.

Repetirse en los muros,
no decir el nombre,
dejar ayer para mañana.

Todavía queda algun lienzo
desatando otras cascadas,
esperando sólo esperar.

Refugios a cal y canto,
la mente olvida,
pero aún se oye la lluvia.

Otra vez contra el reflejo,
papeles que esconden curvas,
espacios entre líneas.

Lo raro es lo demás, cubierto
de tender paisajes por la borda,
así de simple, así de absurdo.

No disparen a este abrazo,
era otoño todavía.
Cristales secos, hojas rotas.

Persiste el eco del vacío.
No volverá a lucir el tiempo
en los rescoldos de magia muerta.

sábado, 15 de agosto de 2015

Ahí vamos.

Esto es lo que permanece después de la tormenta, de la duda, de la vida cuando ya no queda nada, y estiramos la mano y alguien la aferra y sentimos que ya puede pasar de todo y no tememos que nada pase, porque estamos ahí, en medio de todo, la mano sujeta, lejos de la soledad, de esa necesidad urgente de saber si había alguien allá fuera y aunque a veces cueste, sabiendo que nada fallará, aunque a veces falle y todo cueste y parezca que no y casi, casi, nos perdamos en cada mar infinito que surge a cada paso, a cada puerta que entreabrimos, a cada paso que no damos.

Pero no. Esta esa mano. Ahí. Esa mano vieja, a veces antigua, a veces recién llegada, a veces firme, a veces temblorosa, a veces lejos pero no distante, pero que sujeta todavía, que nos dice, nada más temblando, que está ahí, que no se suelta, que un día, o un momento, o una vida, se tendió, perdida como la nuestra en este infinito universo que borbotea silencios y dudas, que la nuestra es  la mano que encontró cuando, detrás de todo, buscaba algo, algo sincero, algo firme a lo que si no aferrarse, al menos tocarse, reconocerse, saberse y que bueno, que está ahí para cuando haga falta y está ahí cuando hace falta, y que no lo dice, pero espera que sea así y no lo decimos, pero sabemos que será así, que haremos lo posible, que no podemos afirmar, nadie puede, que pasará en ese futuro que se va  medio construyendo medio descubriendo cada instante, y que  aunque parezca que no, aunque el tiempo irrumpa devorando, o los kilómetros o lo que sea, estaremos, o estará al menos la sombra suficiente de aquellos momentos, tal vez de esos precisos momentos, para recordar que podremos perdernos, y no saber, y equivocarnos, y que ahi fuera se equivocan, y se pierden, y no saben, pero que bueno, que siempre queda algo, que siempre hay algo que hace que merezca la pena, que cuánto cuesta construir todo, que qué rápido desaparece y que cuando todo cae, cuando nada queda, estaremos, o haremos por estar, toda esta red tendida de manos abiertas que si cae, aunque sea solo un amago, no será, no lo permitiremos, ni demasiado hondo, ni por mucho tiempo.