lunes, 29 de julio de 2013

Cuando la guerra empiece

Un día miraré mis manos y miraré al cielo.

Y en lo más alto estarás tú, todavía,
ya más inalcanzable que nunca,
ya demasiado lejos.

Y bajaré la vista,
y miraré mis manos,
y maldeciré
que una hebra de una trenza de tus alas,
se tejió tal vez en mis días de insomnio,
en mis noches en vela,
en qué no quise dormir por no soñarte,
en que temí despertar
por seguir soñándote.

Pero no son mis manos las culpables,
ni mi profunda torpeza
para arrancarte de mí
y seguir viviendo,
para seguir adelante
pese a ti
y al tiempo insoportable.

Esa hebra de esa trenza
no es nada,
aunque ahora yo me crea
que estoy aquí,
a este lado,
importante,
impotente
de tanto tejer y tan poco decir,
de saber que querer no basta,
de saber que no se elige,
de creer que callando tal vez pudiera.

Un día demasiado próximo
se te abrirá paso la vida,
florecerás,
alzarás el vuelo,
y yo me quedaré mirando,
maldiciendo,
ese hálito de polvo y esperanza
que fue estar aquí
recogiendo los pedazos
de tus viejas alas rotas.









jueves, 25 de julio de 2013

Cuando falla la realidad.

Uno se sienta aquí,
en medio.

Sin entender del todo.

Sin saber si quiere ser
un poquito menos inteligente,
un poquito menos tonto.

Sin querer ser, tal vez,
simplemente, ese pedazo
que queda todavía entre
lo que ya fue y lo que está siendo.

Esa derrota diaria,
ese juego de escondites
entre las palabras.

Uno se mira
las manos,
los dientes,
los ojos.

Y se pregunta,
siempre uno se pregunta,
en qué momento
en qué preciso momento,
en qué maldito momento,
pasó todo a ser nada,
pasó nada a ser nada,
en qué momento
pasó.

Y uno sigue sin respuestas,
y sigue mirando y mirándose,
respirando,
haciendo como que respira,
sujeto
a una idea,
a una esperanza,
a una mentira.

A que un día a lo mejor,
pase.
Así,
nada más.

Pase.

Uno espera
y sigue jugueteando
con las flores,
con el hielo,
con las certezas.

Las rompe,
les da la vuelta.

Uno sabe que juega,
y sin embargo no sabe
en qué luz,
en qué planeta,
en que estrella dar un vuelco,
olvidarse,
replegarse,
decir
que hasta ahí quedó todo,
que no puede,
ni sabe,
dar un paso más.

Que ya basta,
que ya hay demasiados escombros,
que al final de todo
está el final
y sólo eso.

Pero
siempre hay un pero,
y si por si acaso
ese adiós tan necesario,
tan temido,
tan absurdo,
tan inconcebiblemente estúpido,
llegase,
uno se aprieta los nudos
hasta que apenas si respira el alma,
o lo que sea que sea eso,
que se contiene cada segundo,
y sigue sentado,
ahí,
en medio,
esperando que pase
sea lo que sea
que pase.





sábado, 6 de julio de 2013

Abajo

Dame, entonces, un abrazo eterno.
No tienes que ser dulce, ni apretar
la carita sobre mi pecho
y hacerme sentir que todavía late algo aquí dentro.

Nada más pido
que dure para siempre.

No que nunca lo olvide,
que me pueda refugiar en su recuerdo
las tardes en que regreso
y no hay nadie al otro lado
y yo necesito al menos un abrazo, uno al menos.

No saber que estás ahí,
que siempre estarás ahí
y si te llamo
vendrás corriendo porque sabes
que necesito un abrazo.

No sentirlo como una metafóra
de esos momentos mágicos
que nos salpican de tanto en tanto
y yo pueda pensar
que es como si me abrazases.

No.
Yo solo quiero
un abrazo eterno.
Que el tiempo se acabe
y se sorprenda
de vernos así,
apretados,
tu carita sobre mi pecho,
yo intentando coger tu magia
como si pudiese
cogerse con las manos,
como si te pudiese
abarcar con un abrazo.

No un abrazo para siempre,
porque siempre nunca dura tanto
como para olvidar que tal vez fuera
el mundo continúe, o a lo mejor se haya acabado
y nosotros estemos todavía, con los ojos cerrados,
pecho contra pecho, viviendo ese momento,
esa eternidad,
abrazados.