sábado, 6 de julio de 2013

Abajo

Dame, entonces, un abrazo eterno.
No tienes que ser dulce, ni apretar
la carita sobre mi pecho
y hacerme sentir que todavía late algo aquí dentro.

Nada más pido
que dure para siempre.

No que nunca lo olvide,
que me pueda refugiar en su recuerdo
las tardes en que regreso
y no hay nadie al otro lado
y yo necesito al menos un abrazo, uno al menos.

No saber que estás ahí,
que siempre estarás ahí
y si te llamo
vendrás corriendo porque sabes
que necesito un abrazo.

No sentirlo como una metafóra
de esos momentos mágicos
que nos salpican de tanto en tanto
y yo pueda pensar
que es como si me abrazases.

No.
Yo solo quiero
un abrazo eterno.
Que el tiempo se acabe
y se sorprenda
de vernos así,
apretados,
tu carita sobre mi pecho,
yo intentando coger tu magia
como si pudiese
cogerse con las manos,
como si te pudiese
abarcar con un abrazo.

No un abrazo para siempre,
porque siempre nunca dura tanto
como para olvidar que tal vez fuera
el mundo continúe, o a lo mejor se haya acabado
y nosotros estemos todavía, con los ojos cerrados,
pecho contra pecho, viviendo ese momento,
esa eternidad,
abrazados.










No hay comentarios:

Publicar un comentario