domingo, 18 de septiembre de 2011

Aire

Al final del baúl se retuerce
como la última cloaca del destino
un verde niño amapola,
ajeno
al turbio escondrijo de su alma.

No es
ni lluvia ni tormento,
es causa y por eso llora enredado
en azares divididos por la parte más pequeña.

Y mañana cuando duerma
en el tórrido regazo de la desesperanza
no habrá duda alguna:
El inexpugnable rugir de los relojes
contravino las últimas tormentas.



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