sábado, 21 de septiembre de 2013

Cuestas

Mil rayos no hacen que amanezca,
son nada más un rasguño en el tiempo
y al final de todo la noche sigue,
y la tormenta sigue,
y seguimos sin vernos
y buscándonos,
y perdiéndonos
entre la lluvia,
entre el cieno,
los ojos
repletos de olvido,
cegados,
cegándose,
anegándose,
destruyéndose,
inventándose rincones
para arraigarse
para no combarse,
para no romperse,
para no volar
demasiado pronto
ni demasiado lejos.

Somos
el resto,
lo que queda
cuando se acaba la distancia,
cuando se acaba la nostalgia,
cuando la verdad desaparece
jugando a los espejos
y vemos un gigante
donde debíamos estar,
donde debíamos no encontrarnos,
donde nos inventamos,
que nos invitamos,
que nos incitamos,
que nos vaciamos,
que nos envilecemos,
que nos enmudecemos,
que nos reafirmamos
y al final,
o casi
creemos que fuimos,
o seremos
instantes,
relámpagos
restallando
retumbando,
rielando en mil lechos,
en mil ríos,
en todas las olas,
entre todas las ramas,
sobre todos los truenos.

Pero,
si hubiese espacio
para otro pero,
un rincón
que se abriera paso
atravesando, atravesándose,
atreviéndose al fin y al cabo,
¿qué sería entonces
si no otra mentira acumulada
en el vertedero diario,
en el pantano de la desesperanza,
en la soledad que mira y que nos mira,
que acecha y nos devora
a cada esquina que no giramos,
a cada vuelta,
a cada anzuelo,
a cada instante?






No hay comentarios:

Publicar un comentario