Y esta otra ciudad llena de cadenas,
con rostros prematuramente ancianos empujando
resquicios de libertad entre paredes inestables.
Tal vez otrora los caminos condujesen a ciertos abismos
donde lanzarse sin las primeras tristezas,
o a mares sin nombre ni sentido, pero hoy,
con la lluvia candente entre las estrellas
se ha perdido la luna en el apeadero
de lo contrito casi por sistema.
Polvo todo y la mirada que se enreda
con el tiempo reconstruido desde dentro
por decenas de errores acumulados
y alguna esperanza que se consume
en la rotura inminente de las ausencias.
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