sábado, 18 de febrero de 2012

Patos salvajes

Yo conozco ese viejo odio, ese silencio antiguo.
Ese derrotar de cadenas y lamentos sangrantes
que ulula entre primaveras y lápidas sin nombre.

Hemos caminado sobre vientos ajenos, juntos,
y recordamos el futuro como algo casi inepto,
un suceder caótico de zozobras imprevistas.

Hoy, lamiendo otra vez las hieles de la certeza,
nos despedimos como si fuera hasta enseguida
con la mano prieta sobre lo vulgar ajeno.

Y sin saberme todavía la rápida tormenta
he construido un mar de estalactitas desconsoladas
donde descansaremos ya definitivos, unos y únicos.

Se rompen contra los fuegos las palabras,
nada queda si no los pasillos entre soles,
el suspiro alejado de las primeras lluvias.


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