miércoles, 4 de enero de 2012

Fin de línea

El lugar brumoso de otras noches oscuras
en que impávidos reflejos correteaban
sobre láminas azules de cándida perfidia.

Sin otro afán que las demás ausencias,
dormían las llagas sobre vinos tortuosos,
últimos fieles al desatino infame, y a la brisa
que saltaba de ahogado en ahogado sin presura.

Viento entonces, y todavía, el destructor principio
en que desanhelarse recorría las puertas infinitas
de las más absurdas otredades.

Ahora aquí el silente desvarío de los cánticos repetidos
acusa al amanecer de cegueras y llamadas,
hijo de otros vástagos más irredentos:
las manos misteriosas de juguetes perdidos
que ya no traen aquellas orillas plenas de sombra.





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